De acuerdo al diccionario, el término ‘fundamentos’ se define como los cimientos sobre el que se apoya un edificio o cualquier otra cosa. Es decir, sobre lo que descansa cualquier edificio. Por esa razón vemos que lo primero que se hace antes de construir un edificio son las excavaciones para reemplazar la tierra blanda e inestable y colocar en su lugar un cimiento sólido, fuerte, estable y duradero. Si el fundamento o cimentación no es firme y sólido, entonces, el peligro de colapsarse es, sin duda, inminente.
Lo mismo sucede con nuestra vida de fe, si no descansa sobre fundamentos sólidos y firmes, con seguridad, tarde o temprano, no prevalecerá. Y lo cierto es que muchos están construyendo su vida hoy en día, sobre fundamentos inciertos e inseguros como el materialismo, las riquezas, salud, educación, filosofías, religiones, tradiciones, etc.
La Biblia menciona en los santos Evangelios una enseñanza de Jesús acerca de dos alternativas de fundamentos sobre las que se puede cimentar una casa.
La de un hombre calificado como insensato o imprudente que construyó su casa sobre la arena, de tal forma que ante las inclemencias de la naturaleza no pudo resistir, se colapsó y quedó en la ruina. Pero también menciona la de un hombre prudente y sensato que edificó su casa sobre el fundamento de la roca y que ante los embates imprevisibles de los fenómenos naturales pudo resistir y se mantuvo firme.
“Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, soplaron los vientos y azotaron aquella casa. Esta se derrumbó, y grande fue su ruina”
(Mateo 7:24-27 )
Por lo tanto, estaremos de acuerdo, que la parte más importante de una casa son sus fundamentos, cierto, no se ven, pero cuan valiosos y necesarios son. Recientemente hemos sido testigos oculares, inclusive en los momentos precisos, de estructuras aparentemente sólidas se han venido abajo, se han colapsado, prácticamente se han desmoronado, hasta convertirse en polvo a causa de recientes fenómenos naturales que han superado inclusive las medidas oficiales de prevención y seguridad humanas.
Ahora, aparte de la ayuda humanitaria necesaria, además de los urgentes y costosísimos planes de reconstrucción, están en una etapa de revisión y de análisis profundo, para conocer las razones técnicas del porqué cayeron, es decir, ¿en qué condiciones estaban sus fundamentos?
Sin duda que los fundamentos del mundo hoy en día se están derrumbando, convulsionando, en diversos ámbitos como las finanzas, el trabajo, la economía, la política, la seguridad, inclusive la religión, pero, seamos honestos y a manera de una reflexión personal, ¿cómo están nuestros fundamentos espirituales?
“Te amo, oh Jehová,
fortaleza mía. Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en Él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio”.
(Salmo 18:1-71)
David, el salmista y líder en Israel había experimentado situaciones donde sus fundamentos naturales, humanos, fueron verdaderamente estremecidos. Perseguido por el rey Saúl y sus enemigos, anduvo huyendo por largo tiempo. Pero en medio de todas las turbulencias de su vida pudo comprobar, que el único fundamento sólido, seguro y garantizado estaba en misma presencia del Señor, Dios Todopoderoso. En su palabra, su ayuda, por medio de sus favores y misericordias y su divina protección. Y así lo expresa en el inspirado Salmo 18 arriba mencionado y muchos más. Este salmo es un himno, una alabanza a Dios, su Dios, impregnada de sincera gratitud, de reconocimiento, de exaltación a aquél que lo había sostenido, guardado, librado en el día malo, que definitivamente siempre llega, sin ser invitado ni mucho menos bienvenido.
En sus inspiradas palabras del pasaje bíblico antes mencionado sobresalen 3 FUNDAMENTOS ESPIRITUALES en su propia vida y que debemos por la fe, hacerlos nuestros.
SU AMOR A DIOS.- “Te amo, oh Señor, Jehová, mi Dios…” Sí, porque nuestra relación personal con el Señor está fundamentada precisamente en el amor, le amamos porque Dios es amor y porque Él nos amó primero. Amar a Dios es el primer y más grande mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…” Pero, ¿cuándo fue la última vez que usted le declaró su amor a Dios?
SU CONOCIMIENTO DE DIOS.- “Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador…”.- David sabía, conocía como era su Dios. Lo describe como su fortaleza, su roca, su castillo, su libertador, su escudo, su salvación, su alto refugio. Habla de un Dios personal, que se experimenta sólo a través de un encuentro personal con Jesucristo. El apóstol Pablo, antes de conocer personalmente a Cristo como su Salvador y Señor, allá en el camino a Damasco, y con tanto conocimiento acumulado en su vida cultural y religiosa, declara que el conocer a Cristo excedía a todo conocimiento. Era su vivencia, su pasión, su meta.
SU CONFIANZA EN DIOS.-“Dios mío, fortaleza mía, en Él confiaré”. Un Dios que en medio de las pruebas de la vida podemos confiar absolutamente, que estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, que nunca nos abandonará ni dejará solos. La manera correcta de relacionarnos y acercarnos al trono de gracia es por la fe, la confianza en las cosas que esperamos y la convicción de lo que no vemos. Sin fe es imposible conocer y agradar a Dios.
Jesús, el Hijo de Dios nos invita a construir nuestra vida sobre el fundamento sólido e inamovible de nuestra fe en Él: la roca eterna de nuestra salvación.
Apreciable lector: Te invito a que pongas tu fe en Jesucristo, que creas que Él te ama, que Él murió por ti, que resucitó y vive, que está a la diestra de Dios intercediendo por nosotros. Cree que Dios es un Dios de oportunidades, quien es, además, Omnisciente, Omnipresente y Omnipotente.
Él te habla hoy y te dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida y nadie viene al Padre sino por mí”. Acepta hoy a Cristo como tu Salvador y Él estará contigo todos los días de tu vida, aun cuando los fundamentos naturales sean removidos.
ORACIÓN POR SALVACIÓN
“Señor Jesús: Reconozco que soy pecador. Te pido con todo mi corazón que perdones todos mis pecados. Creo que diste tu vida por mí en la cruz. Confieso con mi boca que tú eres el Señor y mi único y suficiente Salvador. Jesús entra y habita desde hoy en mi corazón, sálvame y ayúdame a serte fiel todos los días de mi vida”.